martes, marzo 30

Pastoral Policiaca




Albertino Guiotta no es el primer sacerdote implicado en la resolución de un extraño caso que saca de balance a la inteligencia y aptitud del cuerpo policial. Por lo menos, tengo en la memoria al sencillo e impactante Padre Brown de Chesterton (autor de quien ya me he referido antes por aquí).

En esta ocasión el enemigo a vencer no es un criminial astuto que se oculta en los recobecos de la ley y de las normas de la época, sino que en esta historia hay que vencer al "jefe" seductor de cualquier criminal, al padre de la mentira en primera y última instancia. Enemigo escurridizo que, al igual que en la novela y en la vida real, gusta pasar desapercibido y ocultarse a los ojos humanos apareciendo como un personaje de leyenda que ha caído en desuso y al que ya no es posible referirse. Parafraseando a Galileo: "más sin embargo, se mueve" y lo hace hoy más que nunca. Sólo hay que asomarnos al contexto y convencernos que efectivamente el diablo anda suelto y hay que volver a amarrarlo en la forma y manera que a cada uno corresponda, teniendo presente que el triunfo de la cruz es ya irreversible.

Mediante una historia trepidante, podemos viajar desde Roma a China, regresar a España y proyectarnos desde Costa Rica hasta New York alcanzando la sede de las naciones unidas. Y en todos estos sitios encontrar un clima adverso a la Fe y a la Iglesia, talvez no muy distante del que ahora experimentamos. Frente a este contexto, y con claras complicaciones respecto su decisión de vocación en un medio que constantemente la contradice el Padre Albertino debe salir airoso y derrotar, como una especie de Miguel moderno, al mismísimo Satanás. Pastorla e investigación criminial, en este caso, se entrelazan en la búsqueda de la Verdad y aquello que busca ocultarla a toda costa.

Al igual que El Padre Elías y El Librero de Varsovia, este es un thriller religioso católico de considerable actualidad y urgencia entorno a la reflexión que como creyentes podemos iniciar respecto el sitio y lugar de la Iglesia, y los que la formamos, en el mundo. No se trata de replegarse y sólo dialogar con aquellos que piensan como nosotros, sino que partiendo de lo que somos y creemos podemos reconocernos parte de algo más grande y entonces verdaderamente colaborar entorno un fin o misión trascendente; una analogía se propone en la novela con la relación personal que establecen Guiotta y Monticone, o el jóven cabeza de la diócesis cantonesa Alexander Zhang Xun con el rebelde Padre Paolo hacia el fin de la novela.

Creo que la lectura, ubicándola en un contexto de lo que es, una novela, nos permite comprender mucho mejor las grandezas de la Iglesia a la que pertenecemos pero también el constante camino de purificación y mejora que la empresa de la Salvación exige de cada uno de nosotros.

Ante los embates que la Iglesia de hoy experimenta, algunos provocados por la omisión y desinterés de no pocos jerarcas, encontramos consuelo en la esperanza que esta novela propone desde la primera a la última de sus páginas.

A quien esto interese:

ARANGUREN, Miguel., La sangre del pelícano., 2a. Ed., Editorial LibrosLibres.,Madrid, España., 2007., ISBN:978-84-96088-74-0.

Ver referencias de la obra en Catholic Net, ver referencias de la obra en la editorial.

jueves, marzo 4

Un tipo resentido

¿No te lo has topado nunca? Yo sí, en varías presentaciones. Pero está última resume mucho de las experiencias previas.

Es ese quien desea, busca, anhela, y sueña con destruir lo que algunos, con esfuerzo y dedicación, quieren lograr. Es ese quien se ufana estoicamente como ajeno al interés del dinero pero en quien no puede uno encontrar más que el velado aroma del billete y el fuerte olor que genera el cobre en un puño cerrado durante algunos minutos.

Es quien con la falacia de autoridad, que equivocadamente considera le brinda su profesión y experiencia, busca erigirse por encima de los otros y empeñar encima del edificio su efigie, pensando que otros deben rendirle absoluta pleitesía.

Es quien utiliza el chisme y la calumnia, después de que es atendido y reconocido en su justa medida, para ordenar los intereses de un grupo a su único interés. Es quien nunca se sintió parte pero hipócritamente así lo aparentaba, quien no reconocío que la suma de esfuerzos es más importante que el esfuerzo de uno sumado en terquedad y contraveniencia constante.

Es quien manotea en la mesa y pide más de lo que ofrece, es quien espera que el mundo gire a su ritmo y quien no soporta movimientos diversos, alternos, al movimiento que como director de orquesta autoinstalado quiere imponer ante una armonía que no es la suya.

¿Es peligroso? Sí y no, si porque sus emociones lo dominan y cambian su percepción sobre la realidad...no, porque en el fondo, debe necesariamente reconocer aquello de lo que carece y que ve en otros con tremenda envidia.

Ya no lo tengo de frente, aunque nunca me dió la cara, y espero tenerlo en la tangente el resto del trecho. Que vaya por el mundo poniéndose con sansón a las patadas, yo no me preocupo y me amargo, me desiluciona el potencial tirado por la borda e impedido a triunfar por la pobreza humana, pero ya me voy acostumbrando y esa es otra historia.