jueves, junio 21

¿Quemar las naves? La Inteligencia Fracasada



Alguien me dijo alguna vez que la historia no es otra cosa mas que la repetición de un ciclo. Que no existe error que no se haya cometido antes y que los seres humanos, estamos "destinados" a repetir falacias mientras pisemos la tierra.

Doy un sorbo al café. Pienso sinceramente que ante ideas como las enunciadas, orientadas en y por la desesperanza, vale la pena mantener una postura mesurada. Pues si nos dejamos llevar por ellas daríamos entrada a la tentación recurrente de "quemar las naves". Expresión que no puedo entender más que como el hecho mismo de sumirnos en la comodidad de la renuncia a la posibilidad de la renovación de cada hombre y de cada sociedad.

Creo, inclusive fervientemente, por otra parte que de lo vivido puede aprenderse y que de dicha reflexión, materia prima de todo conocimiento, pueden surgir no sólo planteamientos innovadores sino acciones concretas que al materializarse pueden hacer la diferencia. Nuevos paradigmas que rompan los anteriores y que no estén dispuestos a instaurarse como estados rebosantes de perfección. 

Entre lo que me dijo alguien y lo que creo al respecto me ha encontrado con "La inteligencia fracasada" de José Antonio Marina, a quién he traido a colación en la entrega pasada de este blog y del que ahora me ocuparé con la finalidad de que quien lea esta entrada se interese por el autor y por esta obra especifica.

En términos generales me ha parecido un texto no sólo original sino un poderoso detonante para una nueva manera de comprender la añeja idea equivocada por la cual pensamos que nuestra inteligencia es el único apoyo para la empresa de ser hombres. Endiosar la razon por sí misma, absolutizando la inteligencia humana, aunque ha sido una tentación histórica, hoy en día supone un riesgo mayor riesgo del que podía tener algunos siglos atrás. Me parece eminentemente cierta y devastadora aquella frase del pintor español "El sueño de la razon produce monstruos"; pensemos en el siglo XX y su sanguinario ascenso vertiginoso que nos ha parido esta época en la que vivimos. La razón es, la mayoría de las veces, el fundamento de la incivilización más prominente cuando se le arranca de un contexto humano integral. 

Mediante la esquematización y la explicación detallada, el autor va introduciendo la reflexión respecto las "derrotas de la inteligencia" mismas que me permito enumerar aquí de la misma manera en que se presentan en la contraportada (que en sí misma, por cierto, debería ser analizada como un gran compendio del núcleo de la obra):

El fanatismo, en desamor. la incomprensión de las parejas, las múltiples adicciones, la injusticia, la rutina, los pantanos de la Sumisión y del miedo, los heroísmos criminales, la ferocidad glorificada.

Estas derrotas son analizadas desde la lógica de un órden capitular que el autor propone y que me parece conveniente destacar:  fracasos cognitivos, fracasos afectivos, lenguajes fracasados y fracasos de la voluntad.  Considero que ninguno es un desperdicio de tiempo y que puede contribuir a entender las raíces de aquella idea de abandonarnos a nuestra mediocridad quemando las naves y negando posibilidad de retorno a grandes ideales, a las utopías transformadoras que, como decia Magris, deben tener por complemento una cierta dosis de desencanto.

Con la finalidad de concentrar la atención en esta obra, a manera de breve compendio, me permito postular 10 ideas claves que me han parecido verdaderamente geniales:


La cauda del fracaso de la inteligencia es la intervención de un módulo inadecuado, que ha adquirido una inmerecida preeminencia por un fallo de la inteligencia ejecutiva.

 Los pensamientos o actividades que son en sí inteligentes, pueden resultar estúpidos si el marco en que se mueven es estúpido.
 

La inteligencia fracasa cuando se equivoca en la elección del marco. El marco de superior jerarquía para el individuo es su felicidad. Es un fracaso de la inteligencia aquello que le aparte o le impida conseguir felicidad.

 El uso racional de la inteligencia busca evidencias universales, que se puedan compartir. En cambio, el uso irracional de la inteligencia se encierra en su mundo privado.

 […] La verdadera inteligencia, la que termina en conducta, es una mezcla de conocimiento y afecto. Uno tiene que ver con datos y otro con valores. Vivimos entre ambas cosas inevitablemente.

 El lenguaje fracasa cuando, siendo un medio de entendimiento, lleva a la incomprensión. La dinámica se hace estúpida porque se vuelve rígida, mecaniza los sistemas de utilización, expresión e interpretación lingüística.

 […] Los fracasos de la voluntad proceden siempre de una toma indebida de poder. Módulos cognositivos o afectivos, rutinas conductuales, se imponen a un yo ejecutivo que carece, por una parte, de la suficiente energía y, por otra, de la suficiente energía y, por otra, de la flexibilidad adecuada, siendo a veces demasiado rígido y a veces demasiado laxo. A esto me refería al decir que la calidad de la voluntad depende de la calidad de la inteligencia.

 El entendimiento con los demás, la posibilidad de la convivencia, el ajuste a la realidad, exigen un pensamiento objetivo. Sólo se pueden mantener unas relaciones amorosas satisfactorias poniendo en juego una inteligencia compartida, es decir, un uso interactivo del pensar, del sentir, del hablar.

 Triunfa, pues, la idea de que la felicidad es embrutecedora y el mal es creador. Este sistema cuenta con colaboradores distinguidos. Heidegger defendió que sólo la angustia permite revelar la verdadera realidad. Sartre añadió que eran el aburrimiento y la náusea los que nos descubrían la verdadera índole del Ser. Un Ser, por supuesto, declarado en ruina, como afirmó gozosamente Vattimo. […] ¿Y si imagináramos a un Nietzsche feliz?

 Debemos anhelar el triunfo de la inteligencia, porque de ello depende nuestra felicidad privada y pública. En aquellos asuntos que nos afectan a todos, la inteligencia comunitaria es el último marco de evaluación. Abre el campo de juego donde podremos desplegar nuestra inteligencia personal. Colaborará a nuestro bienestar y a la ampliación de nuestras posibilidades. La justicia –la bondad inteligente y poco sensiblera –aparece inequívocamente como la gran creación de la inteligencia. La maldad es el definitivo fracaso. 
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Para conocer más respecto la obra y el autor comparto algunas referencias importantes. 

MARINA, José Antonio., La Inteligencia Fracasada. Teoría y práctica de la estupidez., 14a. Edición., Ed. Anagrama., Barcelona, España., 2004., p. 174
ISBN: 978-84-339-6217-1. Puede consultarse la referencia de la editorial sobre el libro aquí


José Antonio Marina comanda la estrategia "Aprender a Pensar" que puede conocerse aquí.


Y este es el blog del autor en la estrategia "Aprender a Pensar"