sábado, abril 26

Juan Pablo II es Santo (Primera parte)



El afanado "progresismo" autofundante atacó de nuevo; en un viejo texto que ahora resurge, en el contexto de las canonizaciones papales que estamos por celebrar en unas cuantas horas, podemos entender sus profundos arrebatos y sus expresiones que más parecen un berrinche infantil que una crítica a conciencia. Me parece que aún con mis profundas diferencias con voces sumamente críticas de la Iglesia en México, aquí nos hemos topado con un manoteo en la mesa muy emotivo pero poco certero; noto incluso un poco más de profesionalismo en las plumas de Blancarte y de Barranco, que en la que ahora me he topado y que suscita mi respuesta.

La revista mexicana Proceso publicó en octubre de 2013 un artículo en el contexto del anuncio de la canonización de Juan Pablo II; el texto es pluma de Juan Carlos Ortega Prado (@JCOrtegaPrado). Puede verse aquí. Esgrime este autor, más con afecto que con inteligencia, sus ocho razones para no considerar Santo a Karol Wojtyla; como en otras ocasiones, con textos igual de "bien intencionados", me llama la atención que no se presentan pruebas de las acusaciones e interpretaciones que se hacen en el amparo de la "libertad de expresión" y en la profesión que ejercen quienes escriben; asumen qué, como periodistas, pueden expresar lo que gustan y lo que quieren sin verdaderamente respaldar su trabajo y sus palabras. Son además, los propuestos ocho puntos, lugares comunes del pensamiento autonombrado de "izquierda"; no dejan de repertir lo mismo como un monólogo ofuscado, quizá aún dolido por las estocadas finales que Wojtyla esgrimió a la utopía socialista desde su ínfima concepción antropológica.

Vamos por partes, tratemos de comentar los cuatro primeros puntos que nos presenta, como verdades sin prueba, Ortega Prado, pero de inicio algunos detalles que llaman la atención a modo de introducción a esta respuesta.

Afirma el autor que la Iglesia "puede decir lo que quiera", pero eso no indicaría la santidad de Juan Pablo II. Si la Iglesia puede decir lo que quiera, entonces ¿cuál es la inconformidad? A fin de cuentas ella puede decidir por sí misma y sobre sí misma desde una perspectiva eminentemente humana, ¿no es ese es un "derecho" de toda organización? Es esta una intolerancia disfrazada de tolerancia, como si dijera que tienen libertad de decir lo que gusten y manden pero lo que dicen debería mejor no decirse, ¿y luego? Este breve pero ilustrativo inicio nos revela una vertiente actual de pensamiento, tanto furor provoca la Iglesia aunque dicen que es una "organización" anacrónica, en la cual se busca que la Iglesia hable únicamente para "adentro" de sí misma y cuando así conviene, en este caso, al autor del texto. Inclusive este hablar para "adentro" no puede tolerarse. Se busca, sin decirlo abiertamente, que la Iglesia simple y llanamente ya no hable; el silencio pretendido de la Iglesia sería sin duda el paraíso terrenal de quienes le aborrecen.

Por otro lado, algo que no tiene desperdicio para ver el nivel de berrinche experimentado es esta joya que ni el más grande jacobino se atrevería a expresar en público:

"Juan Pablo II no puede ser un ejemplo. Más allá de que ordenaba creer en cosas de las que no hay una sola prueba (dios o los dogmas)..."
El Papa no nos ordena a los creyentes a creer cosas imposibles a la razón a modo de reyezuelo encaprichado al que todos como una gran masa seguimos sin ton ni son; la autoridad de un Pontífice deviene de lo que nosotros hemos decidido, libremente, creer como miembros de la Iglesia. Yo no obedezco como fiel al Papa en turno en calidad de una autoridad humana, le obedezco en virtud de la conversión personal que he tenido y del encuentro con el Resucitado que ha instituido el ministerio de Pedro; le sigo en calidad de vicario de Jesucristo. Y él no me ordena creer en Dios o en los Dogmas, yo decido creer en ello y someto mi obediencia como fiel y como miembro de la Iglesia, que es muy diferente. El Papa confirma a los fieles en la Fe, no manipula a los fieles para cubrir sus personales caprichos; el poder de un Papa, es sobretodo un poder Moral, que está al servicio de todos. Que el autor del texto no crea en Dios o en los dogmas de la Fe es muy su problema, como muy mío el de saber si obedezco a alguien y encontrar las razones para dicha obediencia. La versión de una potestad omnipresente del Papa ha venido despareciendo por instancia de los últimos pontífices, desde quien rechazó la tiara en la habitual "coronación", ya en desuso, a la presentación del Papa Francisco sin la muceta hace más de un año.

Otro día podemos hablar de las pruebas de existencia de Dios, aunque anticipo que si se trata esto de buscar pruebas de corte positivista les voy confirmando que no las habrá, y eso no demerita en modo alguno la existencia de Dios aunque la ciencia material se quede inconforme.


1. Protección a Marcial Maciel y a los curas pederastas.

Dice el autor:

Su omisión a la hora de denunciar a curas pederastas (muy notoriamente el mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo) no sólo es falta de santidad, sino un delito.
Durante años, centenas de víctimas escribieron directamente a Juan Pablo II para denunciar las violaciones y estupros que habían sufrido por parte de sacerdotes. Le daban fechas, nombres y versiones coherentes. Cerró los ojos, y siguió aceptando el dinero que venía de los Legionarios y organizaciones parecidas.
Otro caso fue el del otrora cardenal de Boston Bernard Law, que fue demandado 450 veces por encubrir a sacerdotes pedófilos. En 2002, tras entrevistarse con Juan Pablo II, renunció a su arzobispado… pero fue cobijado por la Iglesia, que lo hizo responsable de una de las parroquias más hermosas e importantes del mundo: Santa Maria Maggiore, en Roma. Apenas en marzo pasado el papa Francisco lo removió.

Ya pasamos por estas objeciones desde el momento de la Beatificación; con este espinoso y doloroso tema que sin duda ha afectado a la Iglesia quiere mancharse, con causa y saña, la memoria de un hombre inocente. Hasta el momento nadie, y eso es curioso, ha afirmado que mencionó en forma directa, de manera presencial, el caso con el Papa y que este se haya mantenido indiferente. Eso no puede, en modo alguno, evitar el justo reproche a la ineficiencia vaticana para enfrentar esta dolorosa situación; pero no comprueba en forma alguna las acusaciones que se han planteado. Hace unos días el portavoz vaticano en la era de Wojtyla ha confirmado que hacia la recta final de su vida el Santo Padre estuvo en conocimiento, y por ello de acuerdo, de la reapertura del caso que derivó en la sanción al Fundador de la Legión y a la visita apostólica ya bajo el pontificado de Benedicto XVI (puede verse la nota aquí).

Considero que puede ser productivo referir al lector a las reseñas presentes en algunos textos:

ALAZRAKI, Valentina., La Luz Eterna de Juan Pablo II., Ed. Planeta., México, 2010. En especial las páginas 263 a la 282.

RICCARDI, Andrea., Juan Pablo II. La biografía., San Pablo., México., 2011. En especial las páginas 533-535.

RODARI, Paolo, y TORNIELLI, Andrea., En Defensa del Papa., Ediciones Martínez Roca., México., 2011. En especial las páginas 259 a la 290.

WEIGEL, George., Juan Pablo II. El Final y el Principio., Ed. Planteta-Testimonio., Barcelona, 2011. En especial 509 a la 511.

Por último, dos consideraciones a este respecto. Es verdaderamente crucial conocer la entrevista con Justo Mullor, ex nuncio apostólico en México, quien de manera decidida afrontó el tema dando a conocer el caso en Roma, puede leerse en este enlace. También es necesario conocer un detalle, para mí significativo, las palabras del Propio Pontífice cuestionado cuando en uno de sus últimos textos, "¡Levantaos!, ¡Vamos!", no da un público reconocimiento a la Legión de Cristo como podría esperarse en caso de ser un "encubridor"; sobre este tema me he pronunciado anteriorimente en este blog, en la entrada Continuando y ampliando la memoria.

No puedo, además, dejar de mencionar la grave equivocación respecto al Cardenal Law, que comete el autor del texto en Proceso.

El autor admite que después de la entrevista con Juan Pablo II Bernard Law renunció a su puesto como Arzobispo de la diócesis americana a él confiada. ¿No que el Papa no hizo nada? Si no hizo nada ¿por qué después de la reunión el Arzobispo encumbrado renuncia? Después afirma que el Papa Francisco lo remueve del puesto asignado por el Vaticano, pero esto es una equivocación grave ya que el Arzobispo se retiró de las funciones en la Basílica que refiere el autor en Noviembre de 2011, prácticamente dos años antes de la elección de Jorge Mario Bergoglio a la Sede de Pedro ¿Cómo el Papa actual puede remover de un puesto a quien ya no lo ejerce? Falta rigor periodístico para encontrar verdaderamente la nota. De igual forma, aunque corrieron versiones del así llamado "encuentro incómodo" entre el Papa Francisco y el retirado Cardenal Law, el mismo National Catholic Reporter (medio al que no podríamos calificar como "tradicionalista" en el lenguaje de "izquierda"), publicó en el mismo mes de marzo la desmentida de las autoridades vaticanas; la nota puede verse aquí).


2. Apoyo a las dictaduras

Dice el autor:

Otro de los magnos pecados del carismático Juan Pablo II. Las palabras de rechazo que tenía para los homosexuales o para quienes usan condón no las tuvo contra Pinochet o Fidel Castro.
En 1987, Wojtyla fue a Chile. Y el 2 de abril, junto al golpista Pinochet, salió al balcón principal del Palacio presidencial de la Moneda a saludar a la multitud. Años después, el secretario personal del papa, Estanislao Dziwisz, dijo que el pontífice había sido tomado por sorpresa y obligado a salir junto al dictador. Es lo de menos, ni ahí ni nunca rechazó la dictadura, que dejó unos 30 mil muertos.

Sería bueno que el autor nos mostrara las citas en las cuales el Papa Juan Pablo II rechaza a las personas homosexuales o a aquellos que utilizan preservativos. Las he buscado con ganas y no encuentro un solo texto donde se rechace a las personas. La Iglesia, en virtud de la Verdad a la cual sirve, no condena al pecador sino al pecado. Si el autor hubiera puesto atención en sus clases de catecismo, si es que acudió a ellas de pequeño, seguramente recordaría este precepto de vital importancia. Que no se esté de acuerdo con cierta conducta no quiere decir que se rechace a la persona; se le solicita al autor que revise el catecismo de la Iglesia, publicado en el pontificado de Juan Pablo II, y nos indique también en dónde se rechaza a las personas como él afirma.

El Papa no es una figura política, y considerarlo en dicha óptica es reducir su papel. Si bien el autor menciona dos casos, uno de "derecha" y uno de "izquierda", solo nos presenta el matiz de la visita chilena, donde reconoce el engaño al que fue llevado el Papa, pero no le da importancia en términos de qué aparecer de repente ante una multitud implicaba atender con su presencia a quienes habían esperado para verle. Su presencia en el balcón en La Moneda no valida en sí misma la conducta del dictador. Es como pensar que si Jesús se presentaba en público con pecadores era que validaba la conducta del pecado y lo autoafirmaba. Nada más equivocado, sería bueno también para el autor consultar el Nuevo Testamento, hay muchos casos en los que Jesús está públicamente en presencia de pecadores a los que les pide, mediante su ejemplo, una verdadera conversión. Si el pecador oía el llamado, era otro asunto. El Papa se presentó también ante Fidel Castro, pero como este líder político es gurú de la revista donde publica el autor del texto, no se mencionan los muertos que también se han presentado bajo el régimen castrista; cosa curiosa, ¿no es cierto?

Pero, tampoco hay una lectura atenta de la visita del Papa a la que se refiere el autor. Aquí una muestra con claridad de que el Papa no permanece indiferente y aunque no menciona las cosas como seguramente el Señor Ortega Prado  lo haría, o sugiere que debería haberlo hecho, el Santo Padre lo hace desde la esfera que le es propia, el Anuncio del Evangelio.



3. El abaratamiento de las canonizaciones

Dice el autor:

Juan Pablo II dictó las reglas gracias a las cuales, ahora, califica para ser santo: vivir los valores católicos en grado heroico y haber realizado dos milagros. Rebajó la cantidad de milagros requeridos y, lo más importante, derogó la figura conocida como “abogado del diablo”, que era el encargado de investigar a profundidad la vida del beato y buscar si perpetró iniquidades en vida. Ahora sólo se puede hablar bien del candidato a santo. Paralelamente, el tiempo para canonizar se acortó. Transcurrirán sólo siete años de la muerte de Wojtyla a su entronización a los altares. Antes se requerían al menos 30 años, para poder observar el legado de la persona con perspectiva histórica. 
Este es un bonito ejemplo de la contradicción arriba mencionada. Las tesis del autor, seguramente, coinciden con un progresismo recalcitrante donde se quiere, pide y exige que la Iglesia sea más flexible y deje de ser "burócrata". Hay un círculo vicioso entonces pues si la Iglesia es firme se le acusa de cerrazón, y cuando la Iglesia actualiza sus propios procesos está mal que lo haga. No hay salida posible de esta vía circular. Poca comprensión de la Santidad, pues bajo la óptica de este texto, Juan XXIII no podría ser canonizado pues no se presentó el "segundo milagro", sino que ha sido una decisión directa del Papa Francisco y eso también estaría fuera de proporción. Seguramente sería bueno ahora presentar a la Revista Proceso a los candidatos a Santidad en lugar de llevar el caso con la congregación vaticana correspondiente. ¿Será que duele que se busque presentar la Santidad como un modo de vida ejemplar y cercano a la contradictoria realidad actual? Juan Pablo II beatificó y canonizó a muchos dignos representantes de la Iglesia justo para mostrarnos que la Santidad nos rodea y que puede ser una meta alcanzable en esta vida, no solamente en el futuro de la vida eterna. Proceso sí puede "canonizar" a los políticos de su orientación ideológica, pero la Iglesia estaría imposibilitada para pronunciarse sobre sus miembros. Además no me queda claro cuál es la fuente de donde el autor indica que se deroga la figura popularmente conocida como "abogado del Diablo", pues en términos técnicos hablamos del "promotor de la fe" que sigue presente desde la Constitución Apostólica de 1983 DIVINUS PERFECTIONIS MAGISTER, que puede consultarse aquí.

4. La suciedad irresoluta del Banco Ambrosiano

Dice el autor:

 Antes de que Juan Pablo II asumiera el papado (1978) comenzó el escándalo del banco Ambrosiano: lavado de dinero, fraude, vinculación con la mafia y hasta venta de armas en la que estaban inmiscuidos los directivos del Banco Vaticano y sacerdotes de la curia.
Juan Pablo II no pudo o no quiso solucionar el caso (de hecho, quienes estaban detenidos fueron hallados inocentes en 2007).
El asunto es harto importante por dos razones: analistas indicaron que la muerte de Juan Pablo I en 1978 (antecesor de Wojtyla) podía estar relacionada con el Ambrosiano. La otra razón es que el desastre financiero que implicó no se ha solventado. Incluso, una de las últimas decisiones del entonces papa Benedicto XVI —nombrar un nuevo director del nuevo banco Vaticano— muy probablemente estuvo relacionada con su renuncia al pontificado, si se da crédito a los documentos de Vatileaks.
Último punto de hoy, para no hacer más cansado este tema al lector que amablemente me ha seguido hasta ahora.

Sin entrar en mucho debate el autor dice "no pudo o no quiso", con el resto de su afirmación nos queda claro que él, sin dar prueba alguna, se decanta por la segunda posibilidad.  Solo haría en este sentido dos preguntas:  ¿y si no pudo el Papa resolverlo? Se piensa que el Papa es un mago y debe solucionar todo problema tronando los dedos, pero deberíamos revisar a detalle cuál fue su proceder más allá de la pura descalificación. Aquí me parece que hay que aclarar que un Santo no es una persona que no comete equivocaciones o que es siempre capaz de tomar la mejor decisión, la Santidad de una persona no juega en esa cancha. Por otro lado, ¿no sería necesario además, para una verdadera crítica, enfrentar las dos opciones que el propio autor brinda? Desde luego que eso no vendería, hay que dejar la duda en el lector y de paso revivir la leyenda negra del asesinato de Juan Pablo I más cierta para los best sellers de aquella época que para la realidad misma. Las últimas anotaciones del Diario de Albino Luciani pueden mostrar que hay otros designios que un autor de Proceso podrían calificar de supercherías, pero que nos hacen pensar a los creyentes que todo tiene una razón en el Plan de Dios sobre su Iglesia y para su Iglesia. Otro día con gusto nos concentramos en el caso del IOR, mismo que ha estado ciertamente movido en los últimos tiempos pero que muestra el compromiso de la Iglesia de ir transparentando este organismo que no queda justificado en claridad aún ni siquiera en tiempos del Papa Francisco.

Hasta aquí la primera parte, con la finalidad de no aburrir al lector, prosigo con estos comentarios la próxima semana (una vez, por cierto, pasada la Canonización). 

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